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Me gusta el sol y las cabañas en medio del mar de mi cabeza.

sábado, 8 de agosto de 2009

Sol y soledad.

Nada, nada que hacer. Se presenta por delante un aburrido sábado, en contra de tus predicciones un 8 de agosto, al igual que el día mas solitario que recuerdas del pasado año. Y de pronto tu cabeza empieza a dar vueltas y la negatividad comienza a apoderarse de tu repentina debilidad. Nada que hacer, nadie a quien acudir. Te sientes la persona más desafortunada del mundo, ves a los colegas pasar rodeados de gente y empiezas a echar de menos alguien al lado tuyo, alguien a quien llamar cuando te sientes solo para ir a su casa a hablar de trivialidades entretenidas. Pero no, ya no hay nadie, y eso te duele en el alma. Te preguntas por qué, por qué tienes que ser tu el que ahora está sintiendo cómo no le importas al mundo, si tu nunca has hecho nada malo, si tu has intentado siempre cuidar de tus amigos, si tu has pretendido estar siempre acompañado. Y otro 8 de agosto se te presenta por delante, ¿ 8 de agosto? No puede ser. Ya he vivido antes por esto, cuando pasaba las invernales tardes de febrero encerrada e mi habitación y mi único consuelo era pensar que ya llegarán tiempos mejores, ya llegará el sol y el verano, y TODO cambiara, junto a la soledad, que para eso estoy pasando por esta angustiosa nostalgia. Cuando me aferraba a la creencia de que no podía estar sola si querían estar bien. Pero no, hoy es 8 de agosto, y aunque el sol no luzca demasiado tras la mal ubicada ventana de estas cuatro paredes verdes sigue siendo un día libre en el cual nadie quiere sentirse solo. Y entonces todo tu sistema se desploma, tu sistema de creencias cuya base son cosas como vive el día a día, carpe diem, solo existe el presente, disfruta del momento, vive cada día como si fuera el útimo. ¿ Pero cómo? En este lugar en el que no encuentras nada ni a nadie sólo se te ocurre pensar en el tiempo que faltan para disfrutar, y por eso tu sistema se derriba, porque quieres vivir el ahora, porque los días son demasiado cortos como para dejarlos pasar. Piensas, piensas con tu aturdida cabeza cómo te sentirías si solo estuvieras a un día de ese esperado viaje. Feliz, ilusionada, optimista. Aunque estuviera sola y desamparada me sentiría tan feliz. Y de pronto la mente se abre, la esperanza renace. No es la soledad lo que me atrapa, ni la ausencia de esa persona que nunca está aquí cuando me siento sola, porque cuando sé que va a estar me siento la más arropada del mundo, aunque todavía no esté acompañada. Porque la soledad es la sensación que se crea en la mente al ver que no tienes lo que deseas, sólo es cuestión de hacer algo para ser feliz en tanto consigues lo que quieras, sólo es cuestión de abrir los ojos a lo que tienes en vez de sentirte solo.


Y así es como descubres que la soledad es igual en verano que en invierno, en primavera que en otoño, si sigues siendo la misma.



Pero bueno, no quiero seguir hablando de soledad, voy pasar una bonita tarde conmigo misma.











Si quieres que cambien las cosas, cambia primero tu mismo.


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