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Me gusta el sol y las cabañas en medio del mar de mi cabeza.

jueves, 13 de agosto de 2009

Noches sin contacto


Miro a través de la ventana del salón. Otra vez empiezo a maldecir al responsable de la infame idea de situar ese espacioso jardín al lado del insignificante trozo de tierra bajo mi casa. Esas perfectas lucecitas provenientes de las farolas del cercano edén me hipnotizan como si hubieran sido creadas para encarnar las noches de verano mirando las estrellas, y eso es lo que quiero, salir de mi casa para atravesar el imposible muro hasta llegar al jardín de al lado para tumbarme bajo el despejado cielo envolviéndome las luces claras en un intento de sustituir mis fantasías de una perfecta noche de verano en alguna isla perdida de las garras del mundo por un rato tumbada sobre el césped mojado. Pero aun así, todo son fantasías y mi conciencia e indolencia se acaban interponiendo sobre los deseos de vivir el momento.
Así que enciendo las luces y los miedos de tener alguien a mi espalda se disipan, me digo, cómo podría salir al jardín cuando en mi propia casa ya me ataca el desasosiego en la oscuridad. Otra de las razones para no hacer algo descabellado.
Dejo atrás los destellos de las farolas y vuelvo a encender el ordenador en busca de inspiración y de alguna foto parecida a la imagen de lugar perfecto que tengo en mi cabeza.




He aquí una aproximación, con el único inconveniente de la soledad en la que yo ubicaría mi isla.


¿De verdad esto es un hotel?? No me gusta pensarlo.

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